Capítulo 29 – Cerdos y biromes

Murdock tomó la palabra:

"Las negociaciones no se ganan leyendo libros de gurúes ni yendo a cursitos ladri en el Sheraton. Las negociaciones se ganan cayendo a las reuniones armado únicamente con tu odio y una birome; aguantar mucho mucho mucho el odio, por fin explotar y entrar a clavar biromes en ojos.

Es regocijante demostrarle al Cliente en su propia cara sus miserias (que todos las tenemos, pero algunos creen estar exentos).

De movida, su piara ayuda poco. Parece como si quisiera que el proyecto salga mal. Jode, jode, jode, jode, jode, jode, jode y siempre quiere sacársela de arriba. Sus pecados son mortales y no se limitan al espectáculo lamentable brindado por la Chancha y la Puerca. La actitud marcada por infinita arbitrariedad y autoritarismo tampoco facilita el trabajo: trabas, trabas, trabas, trabas, trabas, trabas, trabas, trabas, trabas, trabas, trabas, trabas, trabas, trabas y siempre quiere sacársela de arriba. Los cerdos hacen y los que les dan de comer no asumen la culpa. Somos un atado de Derby para ellos.

Con ese background entramos a las reuniones. Con un ánimo de afrenta no saldada. Con lágrimas en los ojos al recordar lo aprendido de chiquitos sobre la seriedad del Señor Empresario y su sobrenatural respeto por la justicia y el bienestar general. Lo exasperante es el ritual mensual de volar en un Fokker pedorro ida y vuelta de Bogotá a Bucaramanga en el día, con tormentas eléctricas estilo Forrest Gump (ya sea la parte de Viet-Nam o la del barco en Alabama), llegar al Hotel-Lavadero donde siempre se agendan las reuniones de proyecto y encontrarte en el lado opuesto de la mesa, ni más ni menos que con una piara revolcándose en el barro, hociqueando, masturbando sus Black Berrys y colando comentarios grandilocuentes entre oink y oink. A este tipo de cerdo le gusta revolcar a sus victimas en la inmundicia generada por él mismo. Por eso hay que matarlos de chiquitos. Ya lo decía el antiguo proverbio: quien se acuesta con cerdos, amanece triquinoso (o algo así, no recuerdo). En definitiva: No firmes contratos con criadores de cerdos* y mucho menos, acuerdes con cerdos.

¿Si?

El problema de acordar con animales de corral es la consecuente y frecuente vulneración de los derechos de la contraparte no porcina. Para peor, el cerdo al poder es porfiado: oink oink, los diseños están mal, oink oink, no les reconoceremos el costo de trabajos adicionales, oink oink, necesitamos más compromiso de su parte, oink oink… En estas situaciones uno descubre que no existe verbo tan porcino como porfiar.

Pero todo tiene un límite. Cuando nos cansamos de recibir palos, miramos la hora, nos frotamos la boca y arrancamos como un V8 a volcar todo nuestro odio sobre la piara. Masacrándolos uno por uno a puntadas de birome."

Our own Slaughter District by Murdock.


(*) Snatch deja también una sabia enseñanza al respecto.


ESPACIO AUSPICIADO POR RIVOTRIL

3 comentarios:

Madame Lulu dijo...

ojo con la zoonosis hermano, hay que crear anticuerpos

Loli dijo...

las negociaciones se ganan con la tranquilidad de tenerlas ganadas internamente. Con una sonrisita en el cerebelo, que es el que nos maneja el equilibrio.
Antes de negociar, hay que concentrarse en una partecita chiquita del oído medio que, igual que la pelotita en agua que tienen los flippers, nos hace permanecer estables.
No hay que ir a negociar con otitis. Nunca.

fernandes dijo...

Madame: Pero si como jamón, ¿me agarra? No me dejes con la duda, please.

Loli: Pasa que Murdock ya está un tantito inestable y sugiere soluciones algo radicales.

De todos modos, nunca leí nada acerca de técnicas de negociación propiamente dichas. Lo único que leí y me resultó más que interesante (y razonable) es la aplicación de la Teoría de Juegos al análisis social.

Googleá "Juego del Prisionero", que es un clásico de esta teoría llevada a la fama por John Nash.

Los resultados óptimos plurales en un contexto estratégico, siempre se alcanzan negociando.