Los Corsarios me demostraron tácita e implícitamente que hasta ahora, sólo me había cruzado con cagones y recatados.
La obra avanza en 4 frentes y cada uno barre 100 de los 400 Km del gasoducto. La traza del caño es el feudo del Corsario, ese mal necesario encarnado en un pragmático e inaccesible jefe de obra, quien se destaca por dirigir la violenta travesía de penetrar cientos de kilómetros de montaña tropical con un tubo de acero.
Murdock sostiene que la ley de la obra tiene incontables reglamentaciones y la ley del Corsario tiene sólo dos artículos:
Art. 1) Todo muerto se hace desaparecer*.
Art. 2) Todo hallazgo arqueológico se hace desaparecer.
Detrás del optimismo de los informes e índices de seguridad está la mano mugrienta del Corsario. Mantiene su fuente de recursos a través de mentiritas piadosas, a fin de hacer su fortuna en el mercado negro de la arqueología. La probabilidad de múltiples hallazgos a lo largo de 100 Km de selva andina inexplorada es altísima y los montos de venta alcanzan cifras ridículamente altas. Su mal necesario es la obra y su peor enemigo, la guerrilla.
El Corsario te invita whisky de añejamiento no menor a 12 años mientras le chupa la sangre al Imperio Petrolero y al Triste Trópico.
(*) De acuerdo a los expertos en el tema, la descomposición de cuerpos en la selva es muy acelerada y emana olores nauseabundos, los cuales podrían alertar a los auditores de campo. Por ello, recomiendan sumergir inmediatamente el cadáver en concreto para hacer desaparecer todo rastro. Sin embargo, este método es totalmente inservible ante ciertos accidentes flagrantes.
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