Todos nuestros ojos sobre el baúl, a la expectativa de su apertura.
Claramente no iba a aparecer el Gordo... Adentro, un tipo enorme maniatado y encapuchado, pataleando. Mucho olor a faso. Sus gritos ahogados delataban una apretada mordaza; y las manchas en su camisa, una feroz golpiza. El Gaita apoya su manojo de chorizos en mi hombro y me dice: “Ya sabía.”. Ante la incógnita, tuve que contorsionar mi cuello para poder ubicar su cara. Demasiado grande el hombre. Demasiado inexpresivo. Dirigí nuevamente mi visión hacia el encapuchado y pude advertir el logotipo del Consorcio en la camisa del tipo.
Alalá… Así que el entregador era nuestro.
“Métanlo para adentro y déjenme con él.”
Ningún problema, Gaita. Nadie quiere presenciar el show.
Murdock se quedó vigilando en la puerta y el resto nos fuimos lejos a fumar. Los sonidos que salían desde adentro eran de una atrocidad irreproducible.
Tras un par de pitadas, el Cordobés volvió en sí y la unidad con el Torino se disolvió. El Toro totémico cumplió y sus socios también; entonces el Cordobés y su auto ya podían volver a ser dos entidades separadas. Más que describirlo, lo difícil es entender este fenómeno físico-espiritual: pareciera una suerte de furor Berserker*, con un comienzo y un final; pero en este caso, sin manifestaciones necesariamente violentas, sino totémicas. La fusión entre un hombre y un vehículo: un fenómeno muy particular, por cierto; solamente presenciado en contadas ocasiones** y, seguramente, sin documentar.
Nos sobresalta un estruendo.
Patada a la puerta del aguantadero, sale el Gaita loquísimo, gritando: “¡Jaaaaaaaaaaaa ja ja ja ja! ¡Oigan ustedes mismos a este cerdo hijo de puta! ¡Ja ja ja ja jaaaaaaaaaaa! ¡Miren de quién se trata! ¡Jaaaaaaaaaaaa ja ja ja ja!”
Mierda. El Gaita se dio un saque y se entusiasmó. Imagen inolvidable, épica, en cámara lenta, con sonido ambiente en off y María Marta Serra Lima cantando de fondo…
La mole en cuero, pantalón abierto salpicado de sangre, ojos en blanco, yugular a punto de estallar por las carcajadas, un machete en la mano derecha y agarrando con la izquierda los pelos del Facho Fumong, quien yacía desplomado en el suelo con leves e intermitentes convulsiones y algunas extremidades menos.
Así que era el Facho Fumong… Su lamentable estado indica que no gustó mucho lo que batió.
(*) Los Berserker eran guerreros vikingos que combatían semidesnudos, cubiertos de pieles. Entraban en combate en trance, poseídos por el odio, insensibles al dolor, y llegaban a morder sus escudos y a echar espuma por la boca. Se lanzaban al combate con furia ciega, incluso sin armadura ni protección alguna. Su sola presencia atemorizaba a sus enemigos e incluso a sus compañeros de batalla. Se cree que su resistencia e indiferencia al dolor provenían del consumo de hongos alucinógenos (amanita muscaria), o por la ingesta de pan o cerveza contaminados por cornezuelo del centeno, con alto contenido en compuestos del ácido lisérgico.
(**) Hace unos 15 años, atestigüé un caso similar de totemismo, pero entre un chabón y una moto Honda XR 100.
4 comentarios:
No sabía lo que eran los Berseker. Apasionante! Mi viejo solía transformarse en Berseker cuando nos llevaba al colegio en el auto. Una vez, literalmente, casi se come un taxista.
Es más, el Berserker es un arqutipo tan emblemático que Max Weber y Lévi-Strauss los citan para fundamentar sus explicaciones.
Weber en el liderazgo carismático, junto a chamanes y cazadores.
Lévi-Strauss en la relación de las culturas y los hongos.
Recomiendo la lectura.
No leí nada de ninguno de los autores citados. Qué libros recomendarías, en cuales trata este tema? Saludos!
Max Weber. Libro "Sociología del poder: los tipos de dominación". Alianza Editorial
Claude Lévi-Strauss. Libro "Antropología Estructural". Siglo XXI Editores. (Capítulo XII - Los Hongos en la Cultura)
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