Era cierto nomás. No hay que tomar taxis en la calle.
Por suerte no pasó nada, pero… ¿y la próxima qué? Tal vez estábamos tan extasiados de ver ametralladoras, tanques y amenazas guerrilleras que perdimos de vista lo más básico. Me explico: cinco de las cuarenta cuadras que separan al Palacete del Centro Clandestino de Operaciones (como cariñosamente llamamos a la oficina) están vigiladas por militares con ametralladoras. Están apostados ¿estratégicamente? donde viven políticos u objetivos de la guerrilla. Los milicos tranquilos, hablando por celu… no pasa naranja. Muy pintoresco… como hacer la cola en el supermercado y tener atrás a un señor cargando una bolsa de arepas y una AK-47 (o similar).
Con el Gordo siempre nos preguntamos si es mejor o peor que estén los milicos instalados ahí ¿No es demasiado evidente? Nuestra tesis es: “Hola, qué tal, estamos cuidando al importantísimo señor político que vive en esta fabulosa casa. Cuando gusten, pasen a la carrera con una Van (como la de Brigada A) y pártannos al medio con una ráfaga de plomo a nosotros y a todos los que pasan caminando. Gracias.”
Cada caminata al laburo flasheamos con lo mismo. ¿Cuándo nos va a tocar?
Otra circunstancia que nos preocupa son los autos oficiales circulando al palo, con sirenitas azules y rojas, escolta y toda la mar en coche. Nos cruzamos un convoy por día, mínimo. En el mejor escenario, algún día nos van a pisar; y en el peor escenario, algún día van a emboscar al convoy con un coche bomba, vamos a quedar en el medio, la explosión nos va a dejar los oídos zumbando y las sirenitas azules y rojas estampadas en la nuca.
Cada caminata al laburo flasheamos con lo mismo. ¿Cuándo nos va a tocar?
Creo que la posibilidad de morir acribillado le resta importancia a otras nimiedades, como cuidar en qué taxi uno se sube. Eso le pasó al Gordo: se hartó de esperar la confirmación del operador automático* y salió a la calle a tomar uno. Al llegar al Palacete, se le suben dos monos armados, lo tiran al piso del auto, lo llevan de paseo millonario (por suerte el Gordo tenía poca guita en la cuenta y se limitó a un paseo centenario), lo largan en la concha de la lora y le tiran diez mil pesos colombianos (5 US$ aprox.) para que se tome un taxi de vuelta.
El Cholo dudó de la veracidad de los hechos; pero el resto nos preguntamos…
¿Cuándo nos va a tocar?
(*) Generalmente llamamos al 2111111 de la empresa “Taxis Libres”. Atiende un operador automático, te da la patente del taxi y una clave relacionada a tu localización.
5 comentarios:
claro, un cartel luminoso el milico paradito ahí al frente de las mansión. Un milico protege el ataque de cuántos? 3 agresores?
Ahora, un fitito a 60 kmh, le pasa por arriba como quiere.
A eso mismo me refiero.
Falta el cartel luminso "Ataque aquí".
Otra cosa creepy es cuando pasan dos camionetas en caravana con vidrios polarizados a 80 km/h en una calle tipo La Lucila.
¿Qué onda?
Hola, vine por acá por recomendación, está muy bien.
Bueno, un poco dura su vida laboral, pero... todos tenemos lo nuestro.
Gracias por pasar, Una.
Hay que mantener el espíritu con buen humor. Cuando uno se queja de comer siempre mandarina, hay otro comiéndose las cáscaras que uno deja.
Somos afortunados.
que no le toque brotha. El comando blogga vela por usted.
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