Creo que el error de nuestra empresa (Construx) fue asociarse en consorcio para hacer negocios multimillonarios con una empresa local (Machiaven) ubicada en el equivalente bogotano de Villa Soldati y dirigida por un cocainómano impresentable.
Claramente, la gestión comercial de nuestra querida empresa fue (como mínimo) arriesgada; por no decir: imprudente, desesperada, ilusa o infantil, entre otros calificativos. ¿Por qué? Porque hay que empezar de a poquito si uno no conoce ni al país, ni al socio, ni al cliente. Poné en la timba dos palos… tres, cinco. No noventa. ¡No noventa, porrrrrrrr Diosssssssssssss!
Entiendo que Colombia está creciendo, que hay oportunidades de negocios, que Construx quiere crecer globalmente; pero así no. Así, no. Difícilmente un proyecto de 180 millones de dólares (que consiste en construir un gasoducto de 400 Km en zona de guerrilla) pueda llegar a buen término si depende de 5 gatos locos enviados desde Buenos Aires (o sea: nosotros) armados con una birome y un cuaderno espiralado, sin guita y rodeados de Zombies Tropicales (como cariñosamente bautizó el Gordo Facho a nuestros queridos socios).
“É lo que hay y hacémo lo que podémo”. Frase de cabecera que enarbola la simpática resignación argentina.
4 comentarios:
ahhh ingeniero, claro...no habia llegado a esta parte...
Nadie es perfecto, Lilus.
No... nadie: "El origen del mal" jjaaa
Voy a ver en el otro la definicion de El Ingeniero.
De a poco se irá develando el misterio de semejante título.
Publicar un comentario