Algunos comunicólogos afirman que el gran problema de las organizaciones se origina cuando crecen más que su capacidad de comunicación. Me parece piola como frase de Power Point; sin embargo, me importa tres carajos lo que digan los comunicólogos sobre este caso, porque la moraleja es: no pongas imbéciles en cargos importantes.
El caso del cocainómano impresentable es apoteósico; pero ni por ello es imposible ni por ello deja de sorprendernos. El merquero (como también le decimos) salta de un tema a otro, la ansiedad lo mata, quiere estar en todas. Fuma como un tejano esperando la inyección letal y no le importa dónde, ni frente a quién. Él necesita su tabaco, no lo jodan con eso. Deja de tomar y le agarra el bajón: le encantan las empanadas. Cuando quiere convencerte te habla lento, mandibulea un toque y te mira con esos ojos inyectados de tanto humo bancar. La merca es su espinaca… Pero él no es Popeye ni esto es un dibujito animado. Él cree poder tener control sobre todos, porque se rodea de Zombies; pero al entrar en juego factores humanos menos dóciles, se le escapa la tortuga y no se da cuenta. Tiene mucha actitud para ponerle cara de Poker a sus metidas de pata de palo; pero eso no basta y ya lo tienen todos calado. ¿O acaso uno no tendría reservas sobre alguien que lleva tatuada en su frente la frase “cocainómano impresentable”?
Otros casos son más patéticos, como el de Pedro Luí (el Director de Proyecto). En líneas generales, es un delirante, un viejecillo senil y frustrado. Una personita de olor agrio y delirios de grandeza. Un Napoleoncito autocoronándose sin Papa a quien ningunear, ni imperio que comandar. Venezolano altanero que se hizo grande en situaciones ideales, en la patria contratista, ineficiente y tercermundista. Supone que con un ron y una charla de cátedra se arregla todo… Pero a veces no se puede, pá, a veces no. Es un hecho que nunca dirigió un proyecto como éste completo; sólo parcialmente, coordinando algún proceso de diseño de un par de gasoductos. No tiene idea de lo que es una obra y prefiere tener bien lejos a los Corsarios, no sabe tratarlos y ellos no lo soportan. Se va de tema muy fácilmente, no enfoca, no enfoca, no enfoca… Como Director de Proyecto debiera manejar muchas variables en mediana profundidad, en lugar de hacer lo que hace: analizar un miserable conjuntito de variables que conoce perfectamente, para confundir a sus interlocutores y dárselas de sabio. Otro irrespetuoso, como el merquero, que fuma delante de cualquiera y te secuestra durante horas para auto ensalzarse con sus clases magistrales, con la excusa de una reunión de proyecto. A veces escucha Led Zeppelin, pero nadie se la traga, es un viejo forro que lo mandaron de viaje lisérgico contra su voluntad a mediados de los ‘60 y nunca volvió. Se quiso hacer el loco yendo a Las Vegas y su puta de confianza le coló una gilada en el trago, le rompieron el orto y lo desvalijaron.
Otro caso de manual es el de Abel, mi Jefe Jerárquico. Un charlatán, un farsante, un mitómano que habla impunemente de estrategia, cuando ni sabe de táctica ni de operaciones porque nunca estuvo en el frente de batalla. Mariconcito de escritorio atormentado por fantasías de violencia física contra su cuerpecito de caniche toy. Se clava dos rivo, se la chupa un poco a su jefe y prepotentemente encara a todo el mundo asumiéndose poseedor del falo que simbólicamente acaba de incorporar por vía oral. Tiene un diente postizo porque ya alguien le paró el carro de manera poco sutil. Y se viene la segunda: el Ucraniano le tiene ganas.
Y el Cholo, que se yo… tendría que aprender a tomar.
3 comentarios:
El relato es genial, lo que se ve es que hay días que te podés reir de todo esto y hay días que no.
Este capítulo es de los últimos, no?
In fact: el último.
Hay días que querés entrar con un machete y días que querés entrar con un hacha.
por favor bro!
que abundancia de textos y creatividad no dejás de asombrarme!
me encantó!
lástima que tengas que poner el cuerpo ahí para escribir.
beso beso
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