Capítulo 55 – Adiós, Gordo

Improvisamos una tumba con una válvula.

Buscamos la zona más desértica posible, porque el Gordo odiaba la selva; enterramos su celular, ya que fue lo único que pudimos recuperar.

Acto seguido, el Cordobés hizo empanadas con el Facho Fumong, las flambeamos con diesel y se las mandamos por Federal Express al cocainómano impresentable para que se agarre una indigestión del carajo.

El Gaita prendió la grabadora y escuchamos el testimonio del hijo de puta aquél. (Adelantamos las partes más bizarras.)

Juró que no había sido él, (cuatro deditos menos) que no había sido su intención, que esa no era la idea, que se le había complicado, (ocho deditos menos) que los contactos que le pasaron se pusieron nerviosos y abrieron fuego, (una manito menos) que los contactos los consiguió el cocainómano impresentable, por Dios, que el hijo de puta ese armó todo para distraer la atención de Construx y del cliente porque la obra se estaba yendo al carajo, que si perdía mucha guita, el dueño de Machiaven le cortaba las bolas, que la idea no era mala, por Dios, (un bracito menos) que no se imaginaba que iba a terminar todo así, que otras veces lo hicieron y no hubo problemas, que todos habían salido ganando, que…

Ahora ya es tarde.

Adiós, Gordo, ojala hubiera hablado de algo más importante con vos la última vez nos vimos, en ese restaurante chino de Avenida Corrientes.

Saludos a Gary, Dimebag, Joey, Johnny, Dee Dee y Bon.